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Seis cositas
1) He visto Barbie y Oppenheimer. Las dos son un horror. Con la primera, al menos, me divertí, aun consciente de estar asistiendo a una exhibición pomposa y desnortada del capitalismo más extremo. Lo perverso de la película es que te hace creer que se ríe de sí misma y de todo lo que envuelve al producto Barbie: el patriarcado, el consumismo, los roles de género… Su hechizo reside en ese engaño al que te entregas en el frenesí de una película que no te deja ni un segundo para respirar y preguntarte qué narices estás engullendo. Hasta que sales del cine, analizas un poco lo que acabas de ver y flipas con cómo te la han colado. Quizás algún día escribiré una newsletter sobre Barbie, pero aún me queda mucho por digerir —y superar—. De momento, te comparto el pódcast que dedican en Choquejuergas al fenómeno Barbenheimer. Cada vez que escucho a Alberto Corona y Marta Trivi me cuestiono mi inteligencia: van con punzón y bisturí, y encima didácticos y salerosos. Aviso: contiene spoilers, por si todavía no has visto las pelis y quieres mantener la intriga.
2) El miércoles pasado estuve en un concierto de Sandra Monfort y María José Llergo. Fue en el teatro romano de Sagunt. Mi motivación principal al comprar las entradas era regresar a un espacio que no visitaba desde hacía más de una década, a pesar de quedarme tan cerquita de casa. La sorpresa fue disfrutar de uno de los conciertos más emocionantes de mi vida. El escenario, el diseño de luces, la acústica… Y, por supuesto, el teatro y las artistas que lo llenaron, acompañadas por sus músicos. Nunca había sido tan consciente de que un espectáculo musical está compuesto por un buen puñado de piezas que, bien ensambladas, culminan en una experiencia sensorial y emocional apabullante. Se generó una atmósfera íntima y sobrecogedora. Lloré un montón. Y pensé que hay personas que nacen tocadas por la varita del arte, y me cuestioné que eso se pueda aprender. Aquí puedes escuchar y ver algo de Sandra y de María José, por si todavía no las conoces.
3) Gracias a la sección que hago en el programa Podríem fer-ho millor me estoy sacando un máster acelerado en dictadura de la belleza y aceptación corporal. Son asuntos que siempre me han interesado, pero es que ahora me leo todo lo que cae en mis manos al respecto. El viernes pasado entrevisté a Gema García Marco (minuto 15’ aproximadamente), psicóloga especialista en trastornos de la conducta alimentaria. Días antes, Gema me recomendó el libro Haz las paces con tu cuerpo, de la periodista y activista Alex Light. Me dijo que me encantaría y acertó. Es un texto divulgativo, realista, riguroso y sagaz en sus conclusiones. También es acogedor y amable, algo que a veces echo de menos en este tipo de literatura. En dos sentadas me lo dejé leído y bien subrayadito.
4) Va la confesión de una obsesión antigua que ha irrumpido en mi presente. Todo empezó cuando, siendo una cría, me regalaron el Libro Guinness de los récords 1997. El morbo y la fascinación infantiles me hacían angustiarme con los relatos de personas que, un mal día, habían estornudado y no habían podido parar durante treinta años, o las de aquellos excéntricos que se debajan crecer las uñas o el cabello hasta que se parecían más un árbol seco y viejo que a un humano. Pero lo que más me atraía eran las historias de hermanos siameses. Podía examinar sus fotos durante horas: el misterio de aquellos gemelos que sobrevivían años y años unidos por la coronilla, la cadera o el pecho me alucinaba. Algunos incluso se habían casado y habían tenido hijos, e imaginarme la logística de todo aquello formaba parte del cóctel de inquietud y diversión. Aunque parezca raro, desde que internet llegó a mi vida no se me había ocurrido investigar más sobre hermanos siameses. Hasta que YouTube y su algoritmo me devolvieron a 1997 con este reportaje sobre Eva y Erika, dos niñas siamesas que se sometieron a una cirugía de separación con resultados exitosos. Son más bonicas que un sol. De su vídeo salté a otro sobre hermanos siameses, y luego a otro y a otro, porque YouTube es como un camello: nunca te negará la droga, e incluso te tentará para que quieras más. El resurgir de la obsesión tuvo lugar hace ya unas semanitas y creo que mi curiosidad —o la de la niña enganchada al Libro Guinness de los récords 1997— se ha saciado al fin.
5) Paolo Sorrentino es un genio. Y un gran retratista de la belleza. Me da igual lo pretencioso que lo consideren algunos: para mí es de los directores que mejor armonizan forma y contenido, estética y palabra, relato y ritmo, tragedia y humor. Este verano me hinché a llorar con Fue la mano de Dios. Poco antes había visto Las consecuencias del amor y su escena final me dejó tocada durante varios días. Esta última la tienes en Filmin, donde también encontrarás Dalva, de Emmanuelle Nicot. Es una historia devastadora sobre una preadolescente que, para poder crecer, deberá retroceder internamente y habitar el espacio de una infancia que le fue arrebatada.
6) Mi lista de Spotify de 2023 no estará cerrada hasta finales de año, pero, por si quieres ir cotilleando, te la dejo por aquí.
Hasta el lunes que viene,
Irene