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No escribir
Estuve en Sicilia. Encontré fachadas descascarilladas, hombres de piel robusta y dura como la corteza de los alcornoques, niñas con edad de un solo dígito al frente de motos sin casco, rocas salidas del estómago terrestre hacía apenas seis semanas, árboles y arbustos que podrían crecer en mi tierra y gatos, muchos gatos. Solo escribí el primer día. No tomé notas. Aprovechábamos cada hora de luz para movernos y, al llegar a la cama por la noche, ya no me quedaban fuerzas para escribir. Cuando no escribo, siento que mi perspectiva del mundo se reduce. No ahondo en las cosas, no alcanzo su núcleo, ni siquiera lo avisto. Todo me parece más vano y superficial. Pierdo la confianza en mi capacidad de análisis. Y también en mí misma: me siento tonta, egoísta, insoportable, vacía. Noto como si mi pensamiento fuera un acordeón que se desinfla porque nadie lo ha hecho sonar en mucho tiempo. Si no escribo sobre el mundo, el mundo deja de parecerme tan interesante. Veo las cosas pero las cosas están lejos. Son impenetrables. Aunque me acerque, aunque las toque y pegue mi cuerpo a ellas, permanecen precintadas. La verdad es que no me apetecía escribir. Pero —para mí— no escribir es peor que escribir sin ganas. Escribir algo, lo que sea, una palabra, una impresión, una idea, un término recién aprendido en otro idioma y que pronto olvidaré. Aquello que pienso pero no escribo no se desvanece sino que se enquista. Le conté a alguien que, tras tantos días sin escribir, sentía mi imaginación atrofiada. Mi visión limitada. Sabiamente, me dijo que no debía obligarme a extraer un rédito creativo de cada experiencia. Que las vacaciones están para descansar. Y que lo vivido siempre reposa en la recámara de la mente, y allí espera el momento idóneo para amalgamarse con otros momentos vividos antes o después. Eso me tranquilizó, él llevaba razón. No tengo por qué convertirlo todo en historia inmediatamente. Pero anotar, registrar, abrir el cuaderno al menos una vez al día y romper con un garabato de tinta negra la prometedora pulcritud de la página: de eso no puedo olvidarme, ni siquiera en vacaciones.
Hasta el lunes que viene,
Irene