Mapaches de Iowa
Nada me apetece más que vivir a media hora en coche del supermercado más cercano y cruzarme con coyotes cada mañana
Voy a solicitar una beca para irme a los Estados Unidos. Si me la conceden, me pasaré dos años dedicándome exclusivamente a escribir. Esto suena genial hasta que añades un detalle clave: la beca se desarrolla en Iowa, uno de los estados menos atractivos del país a juzgar por la cara que ponen los estadounidenses cuando les comento mi plan. A la misma conclusión debió de llegar el personaje de Lena Dunham en Girls: Hannah huye despavorida a los pocos días de instalarse en Iowa. No aguanta ni dos episodios. Lo que la había llevado allí, por cierto, era la beca que yo voy a pedir.
Pero me da igual. A mí me entusiasma la perspectiva de vivir veinticuatro meses en los Estados Unidos, aunque sea rodeada únicamente de arces, mapaches y un metro y medio de nieve, y a cinco horas de avión de cualquier ciudad que tus amigos matarían por visitar. Todo tiene sus ventajas: más tranquila estaré. Iowa, mis mapaches y yo. Al menos un relatito saldrá de ahí, ¿no?
Pero hundamos las pezuñas en la tierra durante un rato. Si quiero optar a la beca de Iowa tengo que cumplir ciertos requisitos. Para empezar, solo para solicitarla debo pagar cien dólares. Luego me piden no sé cuántos ensayos y cartas de motivación que demuestren que soy una de las candidatas idóneas para que la universidad financie mis pulsiones literarias. Y ahora viene el requisito más importante, porque sin él no voy a ninguna parte por muy convincente que al tribunal le parezca mi autobombo: estoy obligada a sacar al menos un 100 sobre 120 en la prueba de nivel de inglés. Para tener alguna posibilidad de lograrlo, llevo dos meses reuniéndome twice a week con Nicole, mi nueva teacher particular de conversación.
Nicole es de Nueva York pero vive en el Albaicín, Granada. Ella también puso cara rara cuando le dije que Iowa es mi objetivo. No sé si mis declaraciones la dejaron en shock, pero el caso es que tuvo que buscar Iowa en el mapa.
Yo defendí mi decisión asegurando que nada me apetece más que vivir a media hora en coche del supermercado más cercano y cruzarme con coyotes cada mañana de camino a los talleres de escritura. Nicole me respondió: «Tienes razón. Cuando yo vivía en Nueva York, soñaba con el día en que conocería Albacete». Se me olvidó preguntarle si es más de Amanece, que no es poco o de La hora chanante.
Nicole está convencida de que lo voy a petar en el examen de inglés. Yo, la verdad, no estoy tan segura. Soy muy buena en el reading, y el listening y el writing no se me dan del todo mal. Pero el speaking, que es la sección en que mayor puntuación necesito, es mi talón de Aquiles. Mis destrezas se enmustiaron con una rapidez feroz cuando aparqué el inglés al salir del instituto. No las he perdido del todo gracias a que no me da ninguna vergüenza lanzarme a chapurrear. Saber que cometeré una pifia detrás de otra no me detiene. Yo tiro para adelante: si no sé cómo se dice algo, me lo invento. Y si no es correcto, que me corrijan. Nicole está conmigo. Según ella, «la mayoría de lo que te inventes en inglés será correcto». Pues a por todas: que les zurzan a los false friends.
Más que a una adición de conocimientos, las clases con Nicole se parecen a un trabajo de extracción petrolífera. Sobre todo durante las primeras semanas, sentía que nuestra tarea consistía en rescatar de las profundidades de mi memoria el inglés que un día manejé con fluidez. Ahora que ya he ganado soltura hemos entrado en otra fase: incorporar vocabulario y familiarizarme con las estructuras gramaticales más complejas del idioma. No sé si obtendré la puntuación necesaria para mudarme a Iowa, pero al menos cuando pinche una rueda en el extranjero podré explicárselo a los del seguro sin titubear (We had a flat tire). Y, si me hago un esguince, pediré tranquilamente un par de crutches (muletas) en la farmacia después de someterme a unos medical tests. Supongo que mi insurance me los cubrirá si finalmente consigo la beca y me piro a Iowa. Everything is up in the air, so wish me luck.
Last but not least, te voy a dejar unos consejillos por si tú también te encuentras en un proceso de extracción idiomática similar al mío con el inglés. Aquí va lo que a mí me está sirviendo:
-Escribir las páginas matutinas (tres caras de folio nada más levantarte) en tu idioma de estudio. Sí, puedes tener el Wordreference y el traductor de Google abiertos para buscar todo lo que no sabes decir. Yo, además, voy subrayando las palabras, expresiones y estructuras de las que no estoy del todo convencida y luego las compruebo en clase con Nicole.
-Consultar las dudas en el momento en que surgen. Si estás escuchando una canción o viendo una película y aparece una palabra cuyo significado desconoces, búscala. Mejor todavía si la anotas en un cuaderno. Y gomet extra si, encima, construyes una oración con ella.
-Para hacer oído, ver vídeos de YouTube en el idioma que estés aprendiendo, sin subtítulos. Los pódcasts también son muy útiles. (Ya que estoy, te recomiendo Bot love, una serie documental sobre las relaciones íntimas que algunos seres humanos establecen con inteligencias artificiales. Inquietante y en inglés).
-Incorporar el hábito de preguntarte cómo dirías X en tu idioma de estudio, y tratar de armar una respuesta. A veces estoy hablando con alguien o conmigo misma y de repente me paro y pienso: ¿cómo diría en inglés «estoy hasta las narices de estar premenstrual, por favor que me baje la regla ya»? (Es solo un ejemplo. De hecho, no sé cuál sería la mejor traducción para esa frase. Se admiten propuestas).
See you soon, raccoon!
Irene