Las grietas de la soledad
Ellos, con quince, dieciséis, diecisiete años, se comen el escenario y demuestran que es posible argumentar con elegancia
Lo que más me gusta de trabajar en soledad es cuando esa soledad se agrieta. El fenómeno —por temporadas extraño— suele deberse a proyectos, hermanamientos o alianzas que funcionan como un transplante: primero, me extraen con cuidado de la maceta; durante un tiempo mis raíces se oxigenan, respiran aire limpio; finalmente regreso a la tierra, a una recipiente nuevo y más amplio en el que puedo expandirme al lento ritmo de siempre, pero con mayor libertad.
Las últimas dos semanas, una iniciativa ilusionante, casi milagrosa, hizo que despegara los ojos de la pantalla de ordenador que suele monopolizar alrededor del ochenta por ciento de mi tiempo laboral. Salí con ellos, con mis ojos, de mi maceta, y los fijé en los y las estudiantes de Catalunya, Andorra, Illes Balears y País Valencià que participaron en la Lliga de Debat organizada por la Xarxa Vives.
En realidad hubo dos ligas: la de secundaria y bachillerato, la semana del 20 de marzo, y la universitaria, la del 27. En ambas debatieron, sobre temas que habían preparado previamente, entre doce y quince equipos procedentes de los distintos territorios de habla catalana. Lo hicieron ante los jueces, colectivo del que formé parte por primera vez. Fue un papel difícil: parecía un desperdicio de energía centrarse en las comparaciones, en los fallos o las incongruencias del discurso, cuando lo único que apetecía era admirar el temple y la seguridad de los participantes. Es cierto que tras un par de debates asumías la función para la que te habían contratado y entonces el ejercicio de puntuar perdía cierta crudeza; ayudaba repetirse que, por encima de todo, aquella era una actividad didáctica y formativa. Aun así, nunca se agotaba la sensación de haber sido un poco injusta cuando cualquiera de aquellos equipos de oradores valientes y entusiastas quedaba unas décimas por debajo de su competidor y perdía el debate.
Yo empecé a deshacerme de la ansiedad que me provocaba hablar en público en los últimos cursos de la carrera —y necesité horas y horas de entrenamiento para ello—. Ellos, con quince, dieciséis, diecisiete años, se comen el escenario y demuestran que es posible argumentar con elegancia; nos devuelven un poquito de fe en el diálogo, una fe tan mermada por los fragmentos de Sálvame o, peor aún, de los plenos parlamentarios que se viralizan en redes sociales.
Una reunión de Meet, un hilo con cincuenta correos y varios documentos compartidos de Drive han bastado para que Reuma haya agrietado la soledad de mi despacho estos últimos dos meses. La primera hendidura se la debo Gaizka, que me contactó el pasado 28 de enero. El asunto de su e-mail decía: «¿Te apetecería escribir un relato para un fanzine que no va a leer casi nadie?». Me temo que Gaizka no sabe que mi construcción como escritora ha consistido en diarios personales con candado y blogs desterrados más allá de las últimas páginas de resultados de Google. Con que «casi nadie» signifique un solo lector, a mí ya me va bien. Y, dado que en Reuma habría otros tres autores-lectores aparte de mí —Gaizka incluido—, le dije que sí, sí y sí.
Digo autores-lectores porque Inhar, Gaizka, Gorka y yo hemos escrito, pero sobre todo nos hemos leído y editado los unos a los otros. Ese trabajo conjunto se ha materializado en Reuma, un fanzine que puedes descargar gratuitamente aquí —hazlo aunque sea para llevarle la contraria a Gaizka en sus predicciones de audiencia—. Las anotaciones y sugerencias de mis compañeros han hecho que Estroboscopio, mi relato, haya crecido hasta convertirse en algo mucho más complejo y desafiante de lo que ideé en un principio. Yo sospecho que me he ganado el título de editora tiquismiquis, pero en realidad me he limitado a señalar en los otros textos repeticiones léxicas y a borrar espacios en blanco sobrantes —aunque esta habilidad no sirva para mucho, reconozco que soy un hacha detectándolos—. Con todo, qué satisfactorio haber sido partícipe de la evolución de los relatos de los demás.
La Lliga de Debat 2023 ha terminado; Reuma sigue su camino ya sin nuestra intervención. Yo he regresado a mi maceta, o mejor dicho, me he trasladado a otra un poquito mayor en la que se respira distinto, en la que los límites quedan aún más lejos que antes. Y aquí, tecleando, espero las siguientes grietas de la soledad.
Hasta el lunes que viene,
Irene