
Descubra más de Próxima estación
Este verano voy a
Comer mucho helado. Helado, no polos. Que el otro día compré flashes y descubrí, con espanto, cuánto los había idealizado en mi recuerdo. Lo cierto es que, más allá del subidón de sabor en la succión inaugural, solo son hielo desaborido.
Viajar a Sicilia (con mi familia) y a Escocia (con T.). En el primer viaje me hincharé a comer cannoli y en el segundo me hincharé a ver castillos semi derruidos. Ah, y dormiré en una caravana por primera vez en mi vida.
Escribir un diario de cada viaje. Me estoy pensando si me compro una cámara instantánea para ilustrarlos con fotos (hasta ahora, los únicos documentos que he incluido en mis diarios de viaje han sido entradas de museos, tiques de bus y papelorios variados que me iba encontrando por ahí).
Leer Demà, i demà, i demà, de Gabrielle Zevin; la obra completa de Belén Gopegui; El desierto y su semilla, de Jorge Barón Biza; Las ocho montañas, de Paolo Cognetti; y L’amant fantasma, de Lisa Taddeo. Entre otros.
Acabar la primera versión de mi primer guion cinematográfico (miedito) y empezar la segunda.
Pasarme agosto entero trabajando como guionista en un programa de radio.
Rezar para que À Punt compre alguno de los pódcasts que mi amiga Laura y yo hemos desarrollado.
Comprobar compulsivamente las webs en las que deben publicarse las resoluciones de varias becas de creación que he solicitado para escribir mi segunda novela.
Tumbarme en la cama a leer, porque mi habitación es la única de la casa que tiene ventilador.
Pintarme las uñas de los pies.
Escribir una serie de artículos sobre la relación de las mujeres con nuestros cuerpos y nuestra autopercepción física. La idea nació vinculada a Próxima estación, así que mi intención es publicarlos aquí.
Intentar llevarme bien con mi cuerpo.
Responder los correos pendientes.
Evitar gastar dinero en libros (y saber de antemano que no lo conseguiré).
Ponerme turbantes bonitos. Y pendientes a juego.
Esforzarme por ignorar la pesadilla de canción que es Nochentera aunque cada célula de mi organismo, sin explicación aparente y en contra de mi voluntad, se empeñe en bailarla y tararear su odioso estribillo.
Aprovechar cualquier momento libre para escaparme a la playa nudista.
Ir al FIB por primera vez.
Votar por correo.
Intentar vaciar mis listas de «películas guardadas para ver después» en todas las plataformas.
Preparar cada receta de café fresquito que encuentre en la aplicación de la Thermomix.
Saltar de casa con piscina en casa con piscina hasta que mis amigos y familiares propietarios de casas con piscina me pongan una orden de alejamiento.
Gastar mis dos bonos completados de los cines Babel (o sea, ver dos pelis gratis).
Beber margaritas.
Ponerme muy morena (aunque seguramente no tanto como el verano de 2022, en el que mi melanina se había dopado o algo, porque al bronceado con el que llegué a septiembre no le encuentro explicación).
Remolonear mucho los días libres.
Probar todos los rollitos de canela del barrio.
Renovar cien veces mi tarjeta de transporte de València antes de que a la nueva alcaldesa se le ocurra duplicar el precio del abono.
Grabar un vídeo para YouTube sobre La historia interminable que llevo postergando dos años.
Reencontrarme con amigos.
Entender más de mis porqués.
Aprender a escribir mejor.
Y a ser mejor.
Feliz verano. Hasta el lunes que viene,
Irene