Diarios de Iowa (4): Matar al texto
Quiero ser esa escritora fuera de sí que teclea y teclea y hace tanto ruido con el teclado que toda la gente alrededor la mira de reojo y resopla
Lunes, 2 de septiembre.
Una cana: me la quito con alegría, satisfecha, sin pensar en que tras esa cana viene la siguiente.
No sospeché que me daría miedo que nadie, ni siquiera mi propia madre, me reconozca cuando regrese en navidad. Sé que eso no sucede en cuatro meses, claro. Pero aun así toma fuerza ese fenómeno, al que no logro desautorizar, de mirar fotos de hace dos meses y verme lo guapa que ahora no hay manera de ser.
Jueves, 5 de septiembre.
Arrancar: arrancar es lo que cuesta. Es lo mismo cada mañana, cuando me siento delante del ordenador. Tonteo con las páginas web de los periódicos, escroleo Twitter, reviso cuentas bancarias, ay ayer se me olvidó buscar esto y eso otro, leo noticias que en verdad no me interesan, añado un vídeo de YouTube a la lista de ver más tarde, compruebo que los vuelos para navidad siguen sin bajar de precio, conecto el disco duro, leo una newsletter que recibí hace tres días, busco la previsión del tiempo para hoy, abro la carpeta escribir, me habrán hecho el reembolso de la tarjeta sim, abro el documento cositas, y cómo se dirá esta palabra en inglés, respondo varios whatsapps, hago una sugerencia de compra a la biblioteca, escroleo Twitter un poco más, releo lo que escribí ayer, cambio palabras, borro, edito, oprimo enter, un nuevo párrafo. Lo conseguí.
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