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Ayer cumplí 33 años. Creo que he entrado en esa etapa de la vida en la que internamente te percibes como si acabaras de entrar en la veintena, cuando en realidad hace ya un rato que la abandonaste por la puerta de atrás. Hay quien me ha confesado que, en ocasiones, esta etapa se eterniza y te acompaña el resto de tu existencia, y entonces te maravillas o te horrorizas cuando te miras al espejo y ves una cara octogenaria en lugar de la de veinte años con la que sigues imaginándote a ti misma.
Hablo del aspecto físico, pero la sensación de haber echado anclas en los veinte se extiende a todos los ámbitos de mi ser. Me he dado cuenta en estos días de Fallas. València, como siempre, rebosaba de gente. Por la calle me he cruzado con centenares de pandillas de chicos y chicas en edad universitaria. Todas y cada una de las veces me ha asombrado lo poco que hace que yo era una de ellos. Por actitud, intereses y aspecto (al menos, el que yo siento que tengo), podría serlo. Pero se interpone un elemento íntimo, inescrutable, difícilmente aislable, que me mantiene confinada en el lugar que me corresponde y me recuerda que no, que ahora y para siempre formo parte de otra cosa.
En 2022 estuve muy obsesionada con el paso del tiempo. Me dio por pensar que lo mejor ya había pasado y que a partir de ahora la vida sería un calco insulso de todo lo anterior. Cuando veía a veinteañeros por la calle me torturaba a mí misma con preguntas estériles: ¿por qué no supe aprovechar la juventud cuando la poseí? ¿Cuándo fui expulsada de esos años de novedad y apertura constantes, y cómo se las ingeniaron para que no advirtiera el exilio que estaba teniendo lugar?
Pero al fin me he reconciliado con mi presente. Lo sé porque me lo ha dicho la psicóloga y lo que Chelo dice va a misa, pero también porque, a pesar de la incredulidad que me produce confirmar una vez más que no pertenezco al clan de los veinte, ya no envidio a quienes están ahí. Ya no añoro mis veinte años. Observo a los veinteañeros y no doy crédito a que el tiempo haya pasado tan rápido, pero nada más.
Me ha gustado tener 32. Intuyo que me gustará tener 33. Para invocar la prosperidad y la alegría, aquí va una de las cartas que más me divierto escribiendo, la que siempre mando tras mi cumpleaños: los 33 aprendizajes de mis 33.
1.- Un paso adelante es una serie mucho más divertida cuando eres adulta y han pasado veinte años de su emisión. El primer capítulo de la primera temporada reúne todo lo que está mal en una serie. Vamos, que es maravilloso. Lo vería en bucle (corrección: lo he visto en bucle).
2.- Siempre tendré más libros de los que me dará tiempo a leer, y no pasa nada.
3.- En la vida siempre hay un giro de guion preparado para desplegarse. Si todo sigue tan estable como ayer, es por pura casualidad (una casualidad muy frágil, por otro lado).
4.- No me gusta ser fallera. Lo he intentado, pero una y no más.
5.- Durante muchos años he pensado que no tenía buenas ideas creativas. Últimamente me he dado cuenta de que sí las tenía y las tengo, pero me faltaba verlas, hacerles caso, dedicarles tiempo.
6.- Si, a pesar de todo, tú piensas que no tienes buenas ideas creativas, te recomiendo un experimento: un mes, uno solo, sin redes sociales. Yo ya llevo dos sin Instagram y es una de las mejores decisiones que he tomado en los últimos meses.
7.- Claro que se ha escrito mucho acerca de cualquier tema que te venga a la cabeza, incluso de aquellos que te parece que se acaban de poner sobre la mesa porque antes los ensombrecía la nube del tabú. Pero nadie ha escrito sobre esos temas desde tu perspectiva. Por eso siempre merece la pena escribir de cualquier tema, independientemente de todo lo que se haya dicho antes sobre él.
8.- El máximo número de relaciones tóxicas que estoy dispuesta a tolerar simultáneamente es una, y con una condición: que medie un vínculo familiar. Relaciones tóxicas sin lazos de sangre no, gracias.
9.- Como me dijo una maestra hace tiempo, «a veces hay que decir no a lo bueno para decir sí a lo mejor».
10.- La paleta de emociones que puede sentir un ser humano es inmensa, tremendamente compleja y variada. Puedes pensar que ya lo has sentido todo pero, de repente, la vida te sorprende con nuevos matices, con sentimientos que creías que nunca experimentarías. (Por otro lado, qué soberbia pensar que a los 32 años ya has agotado todo el espectro de emociones, ¿no?).
11.- Cuando trato de intervenir en el ritmo de los acontecimientos, forzando que algo suceda cuando todavía no es el momento, no me suelo dar cuenta. El ansia cubre la conciencia. Pero cuando permito que los acontecimientos se den al ritmo que ellos mismos piden, sí lo noto. Y es una sensación muy disfrutable, porque no tengo que hacer nada, solo dejarme llevar.
12.- Escribir bien consiste más en saber observar que en manejar diestramente el lenguaje.
13.- Y, en un mundo repleto de distracciones fáciles, elegir observar es una opción cada vez menos popular, más utópica.
14.- Esto contradirá el punto 14 de mi carta de los 32 aprendizajes de mis 32, pero ahí va: resulta que hay ropa de invierno que mola tanto (más no) como la de verano. Solo que parece que está más escondidita en el internete.
15.- El dolor, si lo compartes, se puede transformar en algo bello.
16.- «Te acompaño en el sentimiento» es una oración que, pronunciada mecánicamente, no tiene ningún encanto. Sin embargo, si se siente de verdad, no hay ninguna más bonita.
17.- Me encanta mi rostro después de llorar. Las mejillas calientes y sonrosadas, la mirada despejada, los labios turgentes. Si inventaran un cosmético facial con efecto post llanto, yo lo compraría.
18.- La escritura es el territorio que conozco en el que más decisiones hay que tomar, constantemente. Y sin mapa. Por eso escribir produce tanto vértigo: porque el mapa se crea con cada decisión, como si construyeras un puente a medida que lo cruzas.
19.- Un gesto pequeño, sutil, puede albergar muchísimo más amor que miles de promesas o que toda la planificación detallada de un futuro en común.
20.- Crear es lo que me da energía vital.
21.- A veces otorgo credibilidad a algunas personas no porque tengan más información o las considere muy inteligentes, sino porque me caen bien o les guardo mucho cariño.
22.- Que en redes sociales y medios de comunicación nos bombardeen con un libro, una película o cualquier producto cultural no significa necesariamente que sea muy bueno; significa, simplemente, que la editorial, productora, etc. está invirtiendo mucho esfuerzo y dinero en promocionarlo.
23.- Nada tiene por qué hacerse siguiendo unos pasos determinados. La gran mayoría de veces existen varios caminos para llegar a un fin.
24.- Las personas preferimos aparentar que nos sobran respuestas a que se note que lo único que tenemos son preguntas. Y, en realidad, lo mejor está en las preguntas.
25.- La morfología, aparte de complicadísima, es muy divertida. Nunca pensé que podría pasármelo tan bien segmentando palabras y jugando con prefijos y sufijos.
26.- El piercing en la nariz le queda bien a todo el mundo. Ilumina el rostro y le da un toque juguetón. Yo me lo he vuelto a hacer después de que se me cerrase hace cosa de diez años y me encanta.
27.- La alegría que siento al ver mis uñas pintadas no se corresponde con lo banal de este hecho. Además, la alegría no se agota aunque me vea la misma manicura durante casi un mes. Por eso mismo pienso seguir pintándome las uñas. Es felicidad fácil, inocua y asequible.
28.- Como le escuché hace tiempo a alguien, sobrevaloramos lo que podemos hacer en un día y subestimamos lo que podemos hacer en un año. Antes pensaba que debía disponer de cuatro o cinco horas seguidas para sentarme a escribir. Sin embargo, ha sido al escribir una hora todos los días cuando he puesto en marcha más proyectos creativos. Algunos hasta los he medio finiquitado ya.
29.- Hay personas que dan mucho no por generosidad, sino como método para asegurarse de recibir mucho también. Es imposible cumplir las expectativas de estas personas. Tarde o temprano sentirán que tú no les has dado tanto como ellos a ti y te abrirán una cuenta de deudas que jamás podrás saldar.
30.- Para los amantes, nada repetido suena repetitivo.
31.- Saber ser honesta con una misma marca la diferencia en la escritura. La falsa honestidad abunda y toma la forma de pornografía emocional o de aireamiento indiscriminado de intimidades. La verdadera honestidad es complicadísima de lograr y consolidar, porque implica abrirte a verdades que tú misma no estás dispuesta a ver. Refiriéndose a un amante treinta años menor que ella, Annie Ernaux escribe lo siguiente en El hombre joven: «Me gustaba imaginarme a mí misma como la persona capaz de cambiarle la vida». Es una sentencia aparentemente sencilla, pero es lo más honesto que he leído en un libro en los últimos años. Me encuentro a años luz de ese tipo de honestidad.
32.- Cualquier canción es mejor si suena mientras estás haciendo el amor.
33.- Lo único a lo que aspiro es al amor y a la verdad.
Feliz primavera.
Hasta el lunes que viene,
Irene
33
Jo venia ací a felicitar-te l'aniversari. Ja de pas voldria dir-te que m'ha encantat el text. Entre altres moltes coses, compartisc el pensament de què des de ben jóvens deixem de sentir que ens fem adults, majors i sols és el cos el que dona senyals del que temps passa. Per això hi ha (tants) adults que seran eterns adolescents i ho porten regulero aixó de fer-se gran. Hi havia una frase famosa al respecte però com sempre no la recorde. Ja m'enrotllat. A part de felicitar-te, estava diguent, que volia dir-te és que eres tremendament generosa compartint els teus textos i això es digne d'admiració. Ara si: moltíssimes felicitats! Ara ve lo bo!